Tras la visita a la última escuela de Helsinki, tomamos un ferry con dirección a Tallin, en Estonia, una ciudad con un centro histórico medieval impresionantemente bien conservado. Al pasear por sus calles uno tiene la idea de estar en un cuento de hadas.
A pesar de un pasado convulso, con dominaciones germana, sueca y rusa, y de ser independiente desde hace apenas 30 años tras el desmembramiento del bloque soviético, el país ha conseguido un desarrollo sorprendente. Como ejemplo, nos contaban que en el momento de la independencia el sueldo de un profesor era unas 12 veces menor que el de un finlandés, mientras que ahora es solo 2,5 veces menor.
Hemos tenido la oportunidad de visitar otras cuatro escuelas en este país: dos en las que solo hay bachillerato y otras dos en las que hay alumnos desde primaria hasta bachillerato. Y el resumen es que mientras en los niveles de lo que es nuestra secundaria obligatoria tienen más innovaciones y tratan de conseguir desarrollar lo que aquí llamamos las competencias, en Bachillerato tienen una enseñanza más academicista.
En una primera impresión encuentro algunas diferencias significativas con Finlandia: el número de alumnos en Bachillerato es muy parecido al de España (en la secundaria obligatoria hasta los 16 años en ambos países no incluyen más de 25 alumnos por clase), el ambiente del centro y la manera de enseñar también lo es, y aunque los centros son relativamente nuevos y las instalaciones muy buenas, no son tan ricos como allí, y, por ejemplo, ya no vemos a cada alumno con su ordenador, como veíamos . Tienen clases más tradicionales y no son tan flexibles con los espacios como en Finlandia. Por otro lado, en ninguno de los dos consideran la informática una materia, sino que es tratada de forma transversal y muy profundamente en todas ellas. A pesar de eso, ambos consiguen los mejores resultados europeos en las pruebas PISA, y Estonia ha superado a Finlandia en Matemáticas.
Tal vez tenga que ver que en Estonia todos los alumnos tienen dos pruebas externas, al final del grado 9, nuestro tercero de ESO, y al final del grado 12, tras nuestro segundo de bachillerato. Y las pruebas de Matemáticas son obligatorias para todos los alumnos.







