Termina este Erasmus en Florencia. Rehago la maleta para emprender el regreso y compruebo que está más llena que cuando vine: me llevo una aventura más en el equipaje de mis experiencias. El contacto con profesores de otros países, el esfuerzo que siempre implica utilizar otro idioma y, pese a ello, la comunicación que brota y fluye, que establece puentes de ida y vuelta para las opiniones y prácticas diversas. Todo eso suma vida a la vocación docente y es más que provechoso, más que necesario: es imprescindible. A fin de cuentas, para seguir dando, también hay que recibir.
Esta semana, acudiendo a la metáfora que empleé el otro día, hemos mirado desde hombros de gigantes: Dante, Boccaccio, Petrarca, Miguel Ángel, Leonardo, Galileo… Y con ese enfoque, hemos contrastado nuestros conocimientos y nuestras prácticas. Esto nos trae la certeza de que, por diversas que sean nuestras circunstancias y perspectivas, compartimos el mismo legado. Somos hijos del mismo patrimonio. Lo apasionante es comprobar cuántas formas distintas hay de seguir transmitiéndolo.