Florencia. Día 5. Desde la casa de Dante

Hay una historia que lleva setecientos años recorriendo Europa en el imaginario de los amantes de la poesía, en libros, leyendas y obras de arte. Trata de un poeta que se enamoró profundamente de una dama a la que solo vio dos veces en su vida: dos encuentros casuales en las calles de Florencia que, sin embargo, harían que “el amor gobernase su alma para siempre”. Así, con esas palabras, lo expresaría él en su obra Vita Nuova (Vida nueva), escrita en el año 1292, poco tiempo después de que aquella joven muriese, a la edad de veinticuatro años. 

Ni el poeta ni la bella dama llegaron nunca a estar juntos. Ella se casó con un banquero florentino. Él luchó en la guerra, tuvo otras amantes, se casó también, fue padre de familia. Con los años tuvo conflictos políticos que lo llevaron al destierro. Sus vidas fueron divergentes pero, en la imaginación del escritor, ella siempre estuvo con él. 

De esta historia solo esto sabemos con certeza: que aquella dama, llamada Beatriz, inspiró a uno de los poetas más grandes de todos los tiempos, Dante Alighieri. Pero de todo lo que os he contado, nada más podemos asegurar, ni siquiera que Beatriz existiese realmente. Tal vez la inventó Dante. Tal vez construyó en su imaginación tanto su propia historia como a su protagonista. ¿Y si hubiese sido así? ¿Qué importa? ¿Serían menos poderosos los versos con que describió sus sentimientos? ¿Resultarían menos inspiradores?

En el paso de los siglos, la Literatura y la Historia a menudo se narraron la una a la otra, cada una a su manera. Pero eso no altera el legado que nos dejaron. Al contrario: forma parte de él. Por eso no importa si Beatriz fue una dama florentina o una musa imaginada. El hecho es que aquel amor, real o soñado, inspiró a Dante en el viaje más apasionante de su vida. El escritor que -precisamente- mejor conocía los viajes literarios de la antigüedad (Eneida, Ilíada, Odisea) emprendió el suyo propio a través del Infierno y el Purgatorio en la obra más asombrosa que ha parido nuestra cultura, la Divina Comedia. Y fue Beatriz la que le guio hasta el Paraíso

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