Florencia. Día 1

Aquí estoy, en la ciudad de las flores, recién estrenado mi Erasmus sobre literatura, cultura y patrimonio. ¿Podría haber elegido otra ciudad para un curso así? Sin duda hay joyas exquisitas en el mundo. Y Florencia es una de ellas.

Esto pienso en este descanso del día, en mi pequeña habitación de la Via Calimala, próxima a la Piazza Della Signoria. Mi alojamiento es diminuto, apenas caben mis avíos en la repisa del cuarto de baño, mi ropa en el ropero. Pero la ventana es enorme, parece la cuarta pared de un escenario que me muestra, ahí mismo, la torre del Palazzo Vecchio sobresaliendo tras el edificio del otro lado de la calle. Es fácil entonces recordar a Lucy Honeychurch en Una habitación con vistas (James Ivory, 1985) en aquel momento en que, al abrir las ventanas de la habitación que amablemente le había cedido el excéntrico Emerson, el Arno y el Puente Vecchio entraban en la escena de su vida sin que ella supiese aún que Florencia acaba de marcarla para siempre. 

Así es Florencia: una ciudad con el don de permanecer en el imaginario de quienes la visitan. ¿De dónde procede ese don? Es la naturaleza del arte, la literatura, la cultura. Es la esencia del patrimonio, el legado que nos llega a través de largos siglos que constituyen mucho más que nuestro pasado: son nuestro ADN. Esos siglos no son solo tiempo: son el espacio donde residen las respuestas a nuestras preguntas, lo más recóndito y, sin embargo, lo más incuestionable de aquello que somos. 

En estos extraños tiempos en que hemos tenido que hacer una agenda para esbozar un futuro sostenible, en que hemos inventado la necesidad de vivirlo todo simultáneamente para justificar una prisa innecesaria, en que hemos convertido a la tecnología en un fin cuando en realidad era un medio, en que hemos olvidado que no puede haber ciencia ni investigación sin conocimiento; en estos tiempos apresurados, deslumbrantes y tan llenos de buenas intenciones como de trampas, los profesores de Humanidades deberíamos transmitir ese recordatorio esencial sobre nuestro patrimonio, el secreto de lo que somos, el secreto de lo que podemos llegar a ser, en toda su extensión, en lo bueno y en lo malo. 

De estos asuntos hablamos en este Erasmus. Mis compañeros vienen de Croacia, Lituania, Italia y Alemania. Países muy diferentes entre sí, y muy distintos de España, pero todos nos hemos hecho hoy preguntas semejantes: ¿quieren escucharnos nuestros alumnos? Nos lamentamos a menudo diciendo que no. Quizás las preguntas sean otras: ¿Sabemos hacernos escuchar? ¿Creemos en el poder de aquello que enseñamos? ¿Somos conscientes de ese poder? 

Continuaré mañana, queridos. Ahora, voy a dar un paseo nocturno por la ciudad de las flores. 

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